¿Qué puedes hacer en esos momentos en los que tu vida depende de pruebas, exámenes, presentaciones... ya hechos?
Esperar...
Puede que sea culpa de mi nerviosismo propio e intrínseco, o sencillamente que el ser humano no está hecho para esperar, nuestras vidas son demasiado fugaces como para pasarlas esperando la opinión de un tercero. Algunos me tacharéis de exagerado ya que sólo tengo que esperar algunos días para saber alguna de dichas respuestas, pero soy yo el que está esperando y con un teclado bajo los dedos.
Todo el mundo sabe que no puede salir nada bueno de una espera, pero mira por donde a mi la espera me ha hecho volver hasta este lado de la pantalla para expresar mis ideas y, porque no soltarlas a los cuatro vientos en esperanza de algún tipo de respuesta. Tras dos pruebas escritas rodeado por, se supone, el futuro de la industria fílmica española, entregar un proyecto a nuestro ministerio de cultura y participar en una propuesta para un concurso, me encuentro en el terrible punto ciego de la espera.
Gracias a ello he contradicho mi anterior entrada, ya que esto lo escribo en mi habitual mesa madrileña y no desde las provincias, además ni es de noche ni he salido de fiesta... ¿Estaré madurando?. Francamente lo pongo en duda, ya que cierto complejo que describí en mi anterior entrada es posible que me acompañe hasta el final de mis días cual fiel escudero. Pero no quiero desviarme del tema, ya que toda esta verborrea escrita proviene del temor a los resultados de dicha espera.
Beneficio económico o experiencia bien atesorada, trabajo temporal o grandes recuerdos de haber trabajado con un buen equipo, paso a la segunda prueba o gracias por venir y siga jugando. Todas las opciones son igual de posibles, bueno siendo realistas no tanto, pero en la espera todo tiene el mismo color para alguien orientado normalmente hacia el pesimismo: Marrón oscuro casi negro.