martes, 31 de mayo de 2011

Nerviosismo e intranquilidad

¿Qué puedes hacer en esos momentos en los que tu vida depende de pruebas, exámenes, presentaciones... ya hechos?

Esperar...

Puede que sea culpa de mi nerviosismo propio e intrínseco, o sencillamente que el ser humano no está hecho para esperar, nuestras vidas son demasiado fugaces como para pasarlas esperando la opinión de un tercero. Algunos me tacharéis de exagerado ya que sólo tengo que esperar algunos días para saber alguna de dichas respuestas, pero soy yo el que está esperando y con un teclado bajo los dedos.

Todo el mundo sabe que no puede salir nada bueno de una espera, pero mira por donde a mi la espera me ha hecho volver hasta este lado de la pantalla para expresar mis ideas y, porque no soltarlas a los cuatro vientos en esperanza de algún tipo de respuesta. Tras dos pruebas escritas rodeado por, se supone, el futuro de la industria fílmica española, entregar un proyecto a nuestro ministerio de cultura y participar en una propuesta para un concurso, me encuentro en el terrible punto ciego de la espera. 

Gracias a ello he contradicho mi anterior entrada, ya que esto lo escribo en mi habitual mesa madrileña y no desde las provincias, además ni es de noche ni he salido de fiesta... ¿Estaré madurando?. Francamente lo pongo en duda, ya que cierto complejo que describí en mi anterior entrada es posible que me acompañe hasta el final de mis días cual fiel escudero. Pero no quiero desviarme del tema, ya que toda esta verborrea escrita proviene del temor a los resultados de dicha espera.

Beneficio económico o experiencia bien atesorada, trabajo temporal o grandes recuerdos de haber trabajado con un buen equipo, paso a la segunda prueba o gracias por venir y siga jugando. Todas las opciones son igual de posibles, bueno siendo realistas no tanto, pero en la espera todo tiene el mismo color para alguien orientado normalmente hacia el pesimismo: Marrón oscuro casi negro.

viernes, 22 de abril de 2011

Nocturnidad

Se dice que la repetición de un hecho en circunstancias similares lo convierte en un hábito o en una costumbre, bien, no se si será cierto, pero parece que para que escriba una nueva entrada tienen que juntarse varias piezas:

-Nocturnidad.
-Desplazamiento espacial (he vuelto a las provincias).
-Falta de sueño.
-Volver a la madriguera tras una noche de fiesta.

Son estos momentos en los que discuto con los pájaros que comienzan a piar alrededor de la casa si aún es de noche o si he de darme por vencido y aceptar que comienza un nuevo día. Puede que estas disputas sean causadas por la sensación de no haber hecho todo lo que se podría haber conseguido en una jornada, o simplemente por el hecho de buscar algo o alguien con quien discutir. Sea por el motivo que sea, cuando se suman todos estos factores, unas ansías incontrolables de vomitar negro sobre blanco se apoderan de mi persona. 

La gente suele tener la opinión equivocada de que se ha de tener algo sobre lo que escribir para poder escribir, pero suelen ser esas de personas que han perdido toda la ilusión característica de la infancia; momento en el que cualquier pensamiento es oro y urge el compartirlo con el resto del mundo. Es ese esfuerzo por mantener parte de la curiosidad de un niño, ese afán por engrosar las filas de los miles de enfermos con el complejo de Peter Pan, lo que hace que la mente no descanse ni ceje en su empeño por explorar todo lo que la rodea en una espiral de curiosidad desatada. La gente que no entiende esta forma de pensar o peor, la gente que no puede tener esta forma de pensar y les quema por dentro, suele intentar boicotear este tipo de comportamiento con algún refrán barato como "la curiosidad mató al gato", si, ¿pero y lo bien que se lo pasó el gato hasta ese momento?

Lo mejor es que ese tipo de gente gris, con vidas grises y sin ningún tipo de interés por cambiar dicho color, no entiende que con sus fútiles intentos por fagocitar estas "almas infantiles" dentro de su grisácea monotonía, sólo hace que se tengan más ganas de pelear en contra de lo impuesto por la mayoría. Es bonito pensar que la mayoría de las grandes creaciones artísticas (ya sean literarias, audiovisuales o plásticas) han sido concebidas por gente con este tipo de mentalidad, gente que se niega a aceptar el mundo tal y cómo es y que necesita intentar cambiarlo mediante su obra. No ya mejorarlo, ya que sobre gustos no hay nada escrito y lo que le guste a una persona , a otra le puede parecer algo atroz. Esas personas que vuelcan su ser dentro de sus creaciones y las lanzan al viento con la esperanza de que alguien con un gusto afín las encuentre algún día en su camino.

Es posible que lo que me impulsa a escribir sea el interés por entrar en ese grupo de gente, esos creadores desinteresados que sencillamente necesitan expresarse a través del medio que sea. Personas para las que el día no tiene suficientes horas para poder decir, escribir o cantar todo aquello que sienten...

No se si será eso o simplemente el exceso de cafeína recorriendo mi sistema, pero de una cosa estoy seguro, de todos los caminos que he escogido en mi vida, este es el único que me despeja la mente y me arranca una sonrisa.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Conciertos

Por petición popular, he recuperado este texto de mi antiguo blog.

Diversiones de una noche, transformadas en emociones vibrantes para los corazones de un público expectante.
Necesidad de diversión, alegría y pasión por parte de gente desconocida que, sin otro objetivo oculto, aguarda expectante a que el camello emocional conocido, por el eufemismo de artista, les proporcione en cómodas dosis de seis por cuatro esa droga escasa y más preciada que el oro.
Puro ansia de toxicómano que ruega por un descanso que sólo puede conceder el mago de las emociones, personificado en la figura que se encuentra bajo los ojos de las musas distantes.
Éxtasis desenfrenado, que sólo encuentra descanso tras varios embites contra la multitud aglutinada a los piés de una efímera tarima, separando el infinito mundo de la imaginación del mundano y grisáceo día a día.

Lo que la gente llama concierto yo lo llamo dosis,

lo que la gente llama arte yo lo llamo droga,
lo que la masa llama notas yo lo llamo caricias de un amante desesperado,
y perdóneme padre, porque he pecado…
Soy, he sido y moriré adicto a esta armoniosa droga.

Qué bien me sientan los conciertos.

Comenzamos


Desde hace ya algún tiempo, tenía ganas de comenzar un nuevo proyecto de blog y qué mejor ocasión que el retorno navideño a las provincias para hacerlo.

Pese a haber pasado casi siete años de mi vida en la capital, me siguen asombrando las diferencias en la forma de vivir entre "mis dos mundos". Mientras que en Madrid todo está en continuo proceso de cambio, Ponferrada parece envuelta por una burbuja apartada del continuo espacio/tiempo. Para confirmar esto, no hay más que pensar en una teoría cada vez más extendida: Los 90 llegaron a Ponferrada en el año 95. Misma gente, mismos bares, mismas conversaciones, mismas frentes arrugadas de la gente que trata de reconocerte por la calle... Es posible que si un alienígena aterrizara en Ponferrada, la primera pregunta que se le haría sería concerniente a su familia de procedencia, simplemente por el hecho de no reconocerlo a simple vista. Lo mismo que pasa en Madrid, el día que te encuentras a alguien conocido por la calle duermes bien, ya que tienes la sensación de haber hecho algo productivo ese día.

También un punto importante es el hecho de que Ponferrada es una ciudad, si, pero con alma de pueblo. El "qué dirán" es un arma mortífera, se pueden tardar años en labrar una reputación pero sólo unos segundos en destrozarla. Entre las peores situaciones que se pueden dar, se encuentra el traer a una persona de uno de tus mundos al otro. Practicamente todo el mundo cambia de forma de ser dependiendo del lugar en el que se encuentre, en una ciudad como Madrid el "qué dirán" es inexistente, por lo que la gente se siente un poco más libre en cuanto a lo que hace, dice o piensa; por ello, cuando se conoce la forma de ser de una persona en la capital, lo más normal es que te encuentres frente a un completo desconocido a partir del cartel que nombra su ciudad de origen. Pero sin duda lo más peligroso en estos viajes entre mundos, son los momentos en los que no puedes controlar a tu "otro yo".

Es obvio que según pasan los años, las compañías, los nuevos gustos descubiertos o incluso el simple paso del tiempo cambian a las personas. Son estos cambios los que se han de tratar con cuidado, ya que si se ha estado ausente durante un largo periodo de tiempo, el impacto puede ser enorme. Ya que sin darte cuenta te puedes encontrar practicando alguna afición, hobby o deporte que no es habitual en la ciudad que te encuentras. Vistiéndote de una forma ya no rara, si no que todavía no ha llegado a la ciudad en la que te encuentras. Hablando con intensidad sobre temas que no tienen, ni tendrán nunca, ningún tipo de interés en el lugar en que te encuentras. Pero claro, no todo es malo, ya que si fuera así nadie tendría esos dos mundos de los que hablo.

Cuando estás en un sitio, echas de menos el anonimato que sientes en el otro, las comidas caseras, el poder ir andando a los sitios, la variedad de opciones de entretenimiento, el silencio, el ambiente, ciertos bares, ciertas tiendas, la diferencia de tráfico... Pero por muchas diferencias que parezca haber entre mundos...

En todas partes te ofrecen flores, hay restaurantes turcos, tiendas de chinos y gente a la que echas de menos.